Los hábitos son mecanismos potentes en nuestras rutinas. Son el fundamento de las acciones que tomamos y por lo tanto de los resultados que alcanzamos. Con el tiempo, te pueden ayudar a incorporar más acciones positivas en tu día.
Según Charles Duhigg en El poder de los hábitos, los hábitos surgen debido a que el cerebro trata de ahorrarse todo el esfuerzo posible para conservar energía. Son tan útiles para nosotros ya que el cerebro puede automatizar acciones en una rutina. Por ejemplo, hacer ejercicio, comer saludablemente, limpiar la bandeja de entrada de nuestro correo y mantener limpio nuestro escritorio pueden volverse rutinas para no tener que recordar hacerlo cada vez.
Por lo tanto, con los hábitos dejamos espacio en nuestras mentes para resolver problemas no rutinarios. También tenemos más energía para pensar creativamente y crecer.
Sin embargo, no todos los hábitos son buenos. Algunos malos hábitos, como postergar tareas que podemos hacer hoy o llegar tarde pueden estar grabados en nosotros desde que éramos pequeños. Estos suelen perdurar y puede ser difícil cambiarlos. La mejor táctica es evitarlos desde el principio, y si esto no es posible debido a que ya hemos desarrollado el mal hábito, entonces es útil entender de dónde viene para poder sustituirlo con hábitos mejores.
Evita los malos hábitos antes de que empiecen
En el libro Poor Charlie’s Almanack (biblioteca pública), Charlie Munger introduce la idea de nuestra tendencia a querer evitar inconsistencias. Esta tendencia es una de las razones por las que los hábitos suelen ser tan persistentes, ya que es un prejuicio psicológico por el cual tenemos una propensión a querer parecer consistentes en nuestra forma de actuar.
Además, para ahorrar espacio en nuestros cerebros, intentamos no cambiar. Respondemos y actuamos de forma consistente a largo plazo. Munger argumenta que nuestros hábitos se mantenienen por un largo tiempo, incluso cuando sabemos que son malos, debido a esta tendencia.
Los malos hábitos, como perder tiempo mirando televisión o estar inmerso en redes sociales pueden reforzarse con el tiempo. Es mucho mejor aplicar el consejo de Ben Franklin, quien ha sido una gran fuente de inspiración para Charlie Munger: “Una onza de prevención vale una libra de cura”.
Si ves que empiezas a desarrollar un mal hábito, encuentra una forma de eliminarlo lo más pronto posible. Por ejemplo, uno de mis malos hábitos es que uso demasiado mi celular, y lo tomo de forma instintiva incluso cuando no lo necesito.
Utilizo mi teléfono para trabajar, pero he notado un patrón que empieza cuando reviso para ver si tengo mensajes relacionados con el trabajo. Siempre que abro WhatsApp para comunicarme con los demás, abro inmediatamente después otras aplicaciones, como Instagram y LinkedIn, lo que empieza un ciclo. Este es un hábito que necesito dejar.
Sustituye los malos hábitos con los buenos
La buena noticia es que los malos hábitos no son los únicos que persisten; los buenos también lo hacen. Cuando formamos un buen hábito, somos capaces de mantenerlo usando la misma tendencia. Así que, si hay un mal hábito que deseas eliminar, intenta reemplazarlo con uno bueno.
Duhigg explica cómo adquirimos los hábitos. Estos tienen tres partes: una señal, una rutina y una recompensa. Primero, la señal le dice a la mente que es momento de empezar el hábito. La señal puede ser una notificación que has recibido en tu teléfono o dejar tus zapatos deportivos junto a la cama para recordar que es hora de levantarse y salir a correr. La rutina es la acción que le sigue. Finalmente hay una recompensa, que es lo que ayuda al cerebro a determinar si una acción vale la pena y si se debe formar un hábito.
El hábito depende del anhelo del cerebro de recibir la recompensa. Si correr es tu hábito, el cerebro esperará la recompensa de las endorfinas que se liberarán cuando hayas corrido. Con la práctica, el hábito se vuelve automático.
Duhigg muestra que nunca se pueden eliminar los malos hábitos; pero puedes transformarlos. Por lo tanto, al usar la misma señal y la misma recompensa, puedes cambiar la rutina. En el libro, Duhigg da el ejemplo de alguien que desea dejar de comer meriendas mientras trabaja. Él explica que la persona puede estar comiendo no porque esté hambrienta, sino porque necesita un descanso. Entonces, cuando la persona ya ha identificado la señal, en vez de ir por comida, ella puede levantarse a dar una pequeña caminata o visitar a un colega en su escritorio.
Nuestros resultados vienen de nuestros hábitos
Nos volvemos lo que practicamos. Si tenemos un mal hábito, este probablemente nos arrastra hacia lo negativo. Por otro lado, los buenos hábitos pueden ayudarnos de formas que se vuelven automáticas.
Utilízalos como una herramienta: los buenos hábitos son la base de tus resultados.