No sé si saben esto de mí, pero yo nací en Guatemala. Mi padre era guatemalteco y mi madre hondureña. Se conocieron en el hotel de mi abuelo en Tegucigalpa cuando mi padre fue por un viaje de negocios. Era un emprendedor, lleno de ideas y proyectos. Mi madre trabajaba en la recepción y se enamoraron.
Poco tiempo después, se casaron y se mudaron a Guatemala. Un año después nací yo, seguida de una hermana y luego un hermano. Éramos una familia normal que vivía en una zona céntrica de la ciudad. Pero pronto nos llegó la tragedia: mi pequeña prima y mejor amiga murió, junto con su padre, en un accidente aéreo. Unos meses después, cuando tenía cinco años, falleció mi padre. Fueron momentos difíciles, y debido a que mi mamá estaba lejos de su ciudad natal, decidió regresar a Tegucigalpa para tener el apoyo de sus padres para criar a tres niños pequeños.
Nos fuimos de Guatemala y, aunque he regresado a menudo, nunca he vuelto a vivir allí. Sin embargo, Guatemala está siempre presente en mi mente: mi familia, sus calles, su belleza. La semana pasada regresé a sacar mi cédula de identidad guatemalteca. Aunque soy guatemalteca, no he tenido pasaporte guatemalteco desde que era niña. Después de años de posponerlo porque siempre estaba ocupada con otras cosas, decidí que ahora era el momento y, curiosamente, la pandemia resultó ser una buena oportunidad para romper la rutina e ir a hacerlo.
Obtener mi identificación se sintió como si estuviera recuperando una parte de mí misma. Antes de hacer ese viaje, sentía que miraba a Guatemala como una extranjera. Ahora me siento guatemalteca y, aunque sea algo pequeño, siento que pertenezco porque tengo ese documento.
Estaba postergando algo tan importante para mí porque siempre estoy muy “ocupada”. Incluso cuando ya había comprado mi boleto y estaba lista para irme, casi cancelo el plan. Sentí que tenía mucho qué hacer en el trabajo y quería posponerlo en el último momento. Por suerte, volví a analizar mi situación, subí al avión y la pasé muy bien en Guatemala.
¿Cómo es que el ajetreo diario logra envolvernos tanto? Me sorprende que después de un año de vivir en una pandemia, siga tan ocupada, a pesar de que muchas otras cosas que solía hacer han quedado atrás. Los viajes, compromisos sociales, eventos de negocios y presentaciones escolares están todos (temporalmente, espero) suspendidos. Y, sin embargo, estoy ocupada desde que me despierto hasta que me voy a dormir.
Al examinar este tema, veo que se trata de un caso de prioridades equivocadas. A veces, el trabajo más importante no está en nuestra lista de pendientes. Lo más importante puede ser apartar tiempo para hacer ese viaje, ver a mi familia y recuperar mis raíces.
La pandemia me ha obligado a pausar y considerar qué es lo más significativo. Estoy tratando de reemplazar las actividades que necesariamente perdimos debido a la pandemia por otras que me acerquen a esto. Estoy acostumbrado a estar ocupada, y esto ha sido una excusa hasta ahora, pero también espero que la pandemia me haya enseñado a evaluar mejor mis prioridades.