En este momento me encuentro sentada, escribiendo en una casa rodeada de árboles. Hay tantos árboles que casi podría llamársele bosque, pero no lo es. Puedo ver a un ave de cuerpo amarillo y cabeza negra volando de árbol a árbol. Se colgó por un momento de cabeza y después se fue volando. Veo otras aves a lo lejos y puedo escuchar muchas otras más. Otra ave con una franja roja en la cabeza y cuerpo café llegó al mismo árbol; parece que es un árbol muy popular.
Veo más aves amarillas a lo lejos. Son juguetonas y fáciles de distinguir gracias a su color vibrante. En este momento veo al menos cinco o seis tipos de aves diferentes. Empecé a escribir con mis audífonos puestos ya que, cuando estoy en mi oficina, siempre necesito música para bloquear las distracciones externas. Cuando me di cuenta de que podía escuchar a las aves cantar, me los quité. Me pareció ridículo el tener audífonos puestos cuando podía estar escuchando el canto de las aves.
Después pensé en revisar mis mensajes de chat (algo que hago cuando estoy en mi oficina), pero las aves me parecieron mucho más interesantes y pacíficas. Podría seguir observando estas aves por horas. Una de las aves amarillas se acaba de acercar a mi ventana; su cola y alas son negras, al igual que su cabeza, pero el resto de su cuerpo es amarillo. La miré jugar en el umbral de la ventana y, cuando estaba a punto de tomarle una foto, se fue volando. Regresó al árbol, ese que parece ser el favorito de todas.
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Mi mente está presente. Las palabras fluyen y ni siquiera tengo que mirar mi monitor mientras escribo. Mi mirada está fija en los árboles y en sus hojas que bailan con el viento. Sigo el movimiento de las aves mientras vuelan de un árbol a otro. Es tan pacífico. Si estuviera en la ciudad, todo sería aburrido, pero aquí, mi mente está ocupada y en reposo.
Me pregunto si muchas de las cosas con las que luchamos a diario se deben a que ya no estamos en la naturaleza. Soy afortunada al estar aquí ahora. Sin embargo, la misma historia que vivo todos los días seguirá ocurriendo mañana.
Acaba de pasar una mariposa. Era de un color amarillo pálido y voló sobre el campo enfrente de mí, flotando.
Mañana continuaré mi concentración en el enfoque y mi batalla contra la distracción improductiva. Pero, ¿y si todo el paradigma está mal? ¿Qué tal si nuestro mejor trabajo se puede realizar en ritmos diferentes, ritmos más afines a los de la naturaleza? Probablemente seríamos más productivos y, más importante aún, más felices. Por ejemplo, ya he escrito 475 palabras en este periodo cuando normalmente completo solo alrededor de 200.
Un colibrí se acaba de posar en la barandilla enfrente de mí. Logré tomarle una foto borrosa. Iba a intentarlo de nuevo, pero se fue volando. Vuelan tan rápido.
La organización habitual implica estar en una oficina y completar el trabajo. Lo entiendo. Es solo que, desde esta perspectiva, no se siente natural. No evolucionamos para eso. No tengo las respuestas. Tan solo sé que justo ahora me siento muy bien; me siento bien sobre mi trabajo y en mi interior. Me siento en paz y satisfecha, y desearía que esta pudiera ser mi oficina todos los días.