Las rutinas son mecanismos potentes en nuestra vida diaria que nos ayudan a lograr más. Estas crean una estructura en nuestros días para ayudarnos a lidiar con la complejidad de la vida cotidiana. Al tener tiempo y espacios designados para diversas actividades, nuestras tareas se vuelven automáticas y nos permiten hacer más.
Y lo mejor es que puedes mejorarlas cada vez más. Piensa en tus rutinas como si fueran un edificio. Primero, construyes la base y luego desarrollas más niveles sobre esta.
Anoche estaba viendo a mi hija hacer matemáticas en una aplicación. Estaba sumando fracciones mixtas y me puse a pensar en cuánto había progresado. Recuerdo haberla visto aprender a sumar hace un par de años. Luego, el verano pasado, aprendió a multiplicar. Mientras sumaba esas fracciones mixtas, estaba usando ambas habilidades a la vez. Ella ha estado desarrollando sus capacidades, bloque tras bloque, y tú también puedes hacerlo con tu rutina.
Imagina que has querido empezar a escribir un diario, ya que crees que es un hábito útil como persona emprendedora para tu creatividad y resolución de problemas. Quieres hacerlo por la mañana, pero aún no tienes una rutina establecida para eso. Decides que cada mañana lo primero que vas a hacer cuando llegues a tu escritorio es escribir y lo harás mientras bebes tu taza de café. Compras tu diario un viernes y lo colocas en un cajón de tu escritorio junto con un bolígrafo especial que usarás.
Planeas comenzar el lunes siguiente. Ese lunes, llegas a la oficina y, en el momento en que te sientas, recibes una llamada importante. La llamada es larga y, después de colgar, comienzas a trabajar en tus tareas. Para cuando dan las 11 a.m. y tienes un momento para ponerte al día con los pendientes, recuerdas tu fallida intención de escribir temprano en la mañana.
Así que te prometes que lo intentarás de nuevo mañana. A la mañana siguiente, te sientas en tu escritorio con tu café, sacas tu diario y comienzas a escribir. Mientras escribes, recibes otra llamada telefónica. Te das cuenta de que tal vez necesitas cambiar la hora en la que quieres escribir, o tendrás que ver si de alguna manera puedes mover esas llamadas a una hora diferente.
Este proceso de prueba y error continúa hasta que encuentras el lugar correcto en tu horario. Decides que, para asegurarte de que sí suceda, moverás esas llamadas para más tarde en la mañana y llegarás unos minutos antes.
Después de un mes, sientes que tienes el hábito de llevar un diario establecido en tu agenda y ya estás sintiendo algunos de los beneficios que provienen de esta práctica. Incluso lograste resolver un gran problema el otro día.
Quieres para probar algo nuevo. También siempre has querido pasar media hora cada mañana revisando libros y artículos de negocios. Con tu apretada agenda de trabajo, parece que nunca encuentras el tiempo, y luego, cuando llegas a casa, estás demasiado cansado o cansada para tomar un libro o una revista. Decides dedicarte tu mejor hora de la mañana. Además, razonas que lo que aprendas te convertirá en un mejor líder en tu empresa, y te ha ido tan bien con el diario que ahora tienes la confianza para agregar esto a tu agenda.
A la mañana siguiente, cuando llegas al trabajo, tomas tu café y comienzas a escribir en tu diario. Luego, lees un artículo de Harvard Business Review que tenías la intención de leer desde hace meses. Estás muy feliz porque finalmente lograste implementar algo que has estado pensando hacer durante años.
Poco a poco, puedes crear la rutina que quieras. Tu rutina determina lo que puedes lograr y la vida que vivirás. Primero, coloca un bloque en su lugar, luego el siguiente, luego el siguiente, y, antes de que te des cuenta, tu día se parecerá cada vez más a la imagen de lo que siempre has querido que sea.