Escribir un libro siempre ha sido uno de mis sueños. Sin embargo, solía decirme a mí misma que no podía escribir, que no era buena escritora, a pesar de tener a una escritora en mi familia. Mi abuela paterna fue poeta. Se le conocía como la Poetiza de Retalhuleu, un pequeño pueblo de Guatemala del que proviene la familia de mi padre. La última vez que la vi, me dio todos sus libros y, hasta este día, los tengo guardados en un cajón como el regalo más preciado que he recibido de ella. Me decía a mí misma que ella tenía un talento especial; los escritores nacen con este.
Así que enfoqué mi camino en lo que pensaba que tenía talento: contabilidad y finanzas. Desarrollé toda una carrera relacionada con los números, y el día de hoy soy CEO de una empresa de desarrollo de bienes inmuebles. Pero esto no es todo lo que soñaba hacer.
Cuatro meses después del nacimiento de mi última hija, escuché una vocecita dentro de mí que nunca antes había escuchado. Me dijo que escribiera. No entendí de dónde provenía, y aún lo desconozco. Tan solo sabía que estaba allí y no dejaba de decirme que escribiera. Traté de razonar con ella. Estaba muy ocupada y cansada con tres hijas pequeñas en casa, una de ellas recién nacida. También acababa de cofundar una compañía hace menos de un año, y estaba en el proceso de establecer una empresa nueva mientras mantenía mi puesto en mi compañía anterior. No había forma de que pudiera empezar a escribir.
La vocecita no escuchaba razones y siguió insistiendo en que escribiera. Finalmente me rendí, esperando tener algo de paz si escribía. Empecé a trabajar en este blog. Fue muy doloroso al principio ya que seguía dudando de mí misma. Hacía muchos años que no escribía, así que las palabras salían una a una con esfuerzo. Me levantaba temprano en la mañana, ya que leí que esto fomentaba la creatividad; y así fue, pero solo un poco.
Mientras escribía, cada palabra era una lucha. Seguía pensando que mis borradores eran inútiles y que nadie jamás querría leerlos. Me sentí como una impostora: ¿de dónde se me ocurrió la idea de que podía escribir? A veces dejaba de escribir por completo por varias semanas, pero, sin fallar, la vocecita volvía e insistía en que continuara. A pesar de este conflicto interno, continué, ya que la vocecita fue más fuerte que mis excusas.
Más de un año después de empezar a escribir, decidí crear un blog para empresarios. Para ese entonces ya tenía más de veinte artículos escritos. También decidí que, si iba a escribir, lo haría a mi manera. En mi trabajo de tiempo completo, he aprendido muchas habilidades que se ajustaban muy bien a mi nuevo proyecto como escritora. Empecé a probarlas.
Algunas funcionaron bien, y otras no. Una de las primeras cosas que traje a mi insipiente vida como escritora fue la disciplina que había desarrollado con los años en el mundo corporativo; me presentaba a trabajar sin importar lo poco que hubiera dormido la noche anterior o lo poco que deseara hacer el trabajo. Esta disciplina me ayudó a perseverar día tras día, venciendo los deseos de rendirme.
También intenté escribir mis artículos por la noche, cuando a veces hacía mi trabajo regular si no había logrado completarlo todo durante el día. Descubrí que escribir por la noche no funciona en mi caso. No tenía la concentración necesaria después de un día frenético en el trabajo. Decidí agendar la redacción temprano en el día, lo que ha funcionado para mí. Si no he escrito por la mañana, sé que no lo haré durante el resto del día.
Cuando empecé mi blog, tenía artículos extra previamente escritos, pero deseaba escribir de forma consistente un artículo por semana para mantenerme al día. Decidí implementar una práctica que me ha ayudado en otras facetas de mi trabajo profesional: siempre que no estoy cumpliendo mis metas, empiezo a medir los pasos que me ayudarán a volver a hacerlo. He descubierto que, al simplemente calcular cómo me va, empiezo a mejorar ya que tengo el deseo de ser mejor. Así que empecé a contar el número de artículos que escribía en una semana. Mi meta era escribir 50 al año, o aproximadamente uno por semana. Esta estrategia funcionó bien, ya que me motivó a revisar mi lista de pendientes y, antes de darme cuenta, ya escribía 50 artículos para mi blog al año de forma automática.
Otro problema al que me enfrenté fue el subir los artículos de mi blog a mi sitio de forma regular. Mi meta fue tener tres meses de blogs por adelantado en cualquier momento. Dado que el contar el número de artículos que escribía por semana funcionó tan bien, decidí usar esta misma práctica. Empecé a contar al final de la semana cuántos artículos se habían subido y estaban listos en inglés y cuántos en español. De nuevo, funcionó y superé mi meta.
Finalmente, aunque estaba consiguiendo los resultados que deseaba, obtener esos resultados fue difícil ya que, en ocasiones, mi trabajo cotidiano era abrumador. En esos casos tenía que buscar momentos libres para terminar de escribir o subir los artículos para el blog. Así que, como resultado, decidí implementar una nueva práctica para mi escritura que me ayudó a organizar mi tiempo: el horario en bloques. Aparté tiempo temprano en la mañana para escribir y subir mis artículos. Ahora sé que realizaré estas dos tareas ya que las completo antes de hacer cualquier otra cosa en el día.
La paciencia y la experimentación me han ayudado a encontrar un proceso que funciona para mí. Con el paso del tiempo, las palabras ya llegan con más facilidad. También disfruto el aspecto creativo de escribir. Tratar de darles forma a ideas que no están muy claras es algo que amo. Ahora, de ningún modo dejaré de escribir. Primero, porque la vocecita probablemente no me dejará en paz. Pero más importante aun, porque se ha vuelto parte de mi vida. Me encanta sentarme a escribir, y me siento agradecida con esa vocecita que me impulsó hacia adelante hacia un nuevo capítulo en mi futuro.